FICHA

Titulo original: Sé quién eres
Título en España:  Sé quién eres
Temporadas: 1 (16 episodios)
Duración episodio: 70 minutos
Año: 2017
Temática: Thiller
Subgénero: Drama
Resumen: Un abogado de prestigio aparece en una carretera amnésico. Su vehículo ha sufrido un accidente y la chica que le acompañaba ha desaparecido. Unos intentarán demostrar su culpabilidad, otros su inocencia y él, simplemente, desentrañar el misterio.
Actores principales: Francesc Garrido, Blanca Portillo, Aída Folch, Carles Francino, Susanna Bequer,Blanca Apilánez, Nancho Novo, Pepón Nieto, Martiño Rivas, Antonio Dechent, Eva Santolaria, Mar Sodupe, Álex Monner, Susana Abaitua
Lo mejor
la idea.
Lo peor: el casting que no acierta en un 75% de los personajes.
¿Cómo verlo?: La emite Telecinco y HBO

Puntuación: 6

TRAILER DE LA SERIE (1)

TRAILER DE LA SERIE (2)

WEB OFICIAL

Lo mínimo que puede decirse de SÉ QUIÉN ERES

La serie de Telecinco apunta maneras, pero le falta algo para poder salvarse del aprobado raspado. Cuando todavía no ha llegado a su fin, los capítulos vistos hasta este momento indican un desarrollo irregular, unas interpretaciones que, en gran medida, no se sostienen, unos diálogos irrelevantes y la sensación apabullante (in crescendo a medida que avanza la serie) de que falta algo y de que la idea, aun siendo bueno, ha resultad frustrada.

EL LARGO CAMINO HACIA LAS SERIES DE “NOIR ESPAÑOL”

El cine negro español, incluso en los años de la postguerra, fue bueno o muy bueno (véanse A tiro limpio [1963], Brigada Criminal [1950], El cerco [1955], 091 Policía al habla [1960]) , tuvo productos notables en la dura transición, cuando debió competir con “el destape” (Los casados y la menor [1975], las dos entregas de El crack [1981 y 1983], incluso en la democracia (Beltenebros [1001], Éxtasis [1995], La caja 507 [2002], Celda 2011 [2009], y hoy sigue siendo el género que más satisfacciones nos da (No habrá paz para los malvados [2011], Grupo 7 [2012], Que Dios nos perdone [2016], La isla mínima [2014]). Y si el cine gro español “funciona” en la pantalla grande, no hay motivo para que no lo haga en el proceloso mundo de las series televisivas. Pero es ahí en donde tenemos una espina clavada y raras son las series que tienen calidad suficiente como para ser exportables o, simplemente, digeribles.

Hemos visto como las cinematografías nórdicas nos han superado ampliamente en este terreno. En el viejo continente, los ingleses siguen en cabeza (Happy Valley, Broadchurch, Hinterland, Sherlock, etc, etc), seguidos por los franceses que todavía son capaces de alumbrar alguna serie negra de calidad (Los pequeños crímenes de Agatha Christie, Bracquo), incluso los italianos se han reivindicado con 1992 y antes con Roma Criminal (2008-2010). Por no hablar de México o Argentina que están recuperando el tiempo perdido y ganando terreno en el “género negro”. Mientras, nuestras cadenas, han despuntado últimamente con El Caso: crónica de sucesos, Víctor Ros y, especialmente, El Crematorio, la media de los productos ha sido baja, con agujeros negros de calidad demoledores, estilo Mar de Plástico ( y  temporadas. Y nos preguntamos por qué se hace buen “cine negro” en España, mientras que las series televisivas del género aquí producidas no terminan de despuntar.

Seguramente, errores continuos de casting, un plantel de actores a los que un alto porcentaje les falta formación dramática y esgrimen solamente físicos de campanillas, unas direcciones poco exigentes (o, simplemente, mal preparadas para discernir la valía de algunas ideas, unos anunciantes que les da igual la calidad del producto que avalen con su dinero en horas de prime time y unos presupuestos relativamente limitados que no se sabe muy bien dónde van a parar, son las causas de esta pobreza de resultados. La televisión de un país  no puede ser más que uno de los reflejos de lo que es ese país: con una educación quebrada desde hace décadas, con una falta de espíritu crítico, con una dejadez y una inercia de las audiencias, corruptelas, amiguismo, nepotismo y demás taras de la España de aquí y de ahora, no podía esperarse grandes cosas. Esa es la triste realidad. Si aparecen de tanto en tanto es por saturación: de muchas series producidas aquí, alguna tenía que ser buena. Y si nuestro cine negro es mejor, es también porque algunos de los muchos cineastas, simplemente, se “curran la página” e intentan realizar productos que hagan destacar sus nombres entre la mediocridad general. Han elegido el “negro” porque gusta y nunca pasa de moda y en España hay un buen plantel de escritores que pueden dar la  idea para guiones memorables.

¿Y QUÉ HAY DE SÉ QUIÉN ERES?

Situados ya en el contexto de esta serie, habrá que decir algo sobre ella. Está en curso, por lo que la nota puede mejorar o empeorar a medida que se vayan desgranando los capítulos. El inicial nos dejó una buena sensación, con algún “pero”. La idea de partida era inmejorable: un abogado de prestigio aparece medio alelado en una carretera solitaria. No se cuerda quién es. Luego resulta que aparece su coche y una alumna suya que viajaba con él –y que, de paso, había sido su amante y estaba emparentada con su familia- ha desaparecido. ¿La amnesia que declara es real? Parece que sí. ¿Está muerta la chica desaparecida? No se sabe a la altura del cuarto episodio. ¿Es culpable el protagonista? Se conocerá en la última entrega.

A lo largo de la trama aparecen problemas familiares, profesionales, rivalidades entre los protagonistas, misterios imprevistos que se suman al inicial, una investigación policial que avanza lentamente, una fiscala descocada, alumnos y alumnas que conocían a la desaparecida y que ocultas secretos, como mínimo, tan impenetrables como los de las dos familias que protagonizan la trama (la de la desaparecida y la del amnésico), una acusación que ya no sabe por dónde salir ni qué creer sobre la amnesia, rencores del pasado, despechos, rivalidades profesionales y un largo etcétera de elementos que van encajando, mejor o peor, en una trama que, al menos tiene todos los elementos propios del “género negro” y quizás algunos más (demasiados miembros del aparato judicial en todas sus categorías, salvo, de momento, la de bedeles).

La idea de la serie es el gran acierto. El montaje también es notable (de no haberlo sigo, la serie sería insoportable en la lentitud con que avanza la trama: 16 episodios son muchos –y de 70 minutos, cuando la tendencia actual es a reducir las temporadas a 8 entregas y entre 40 y 50 minutos de duración). La fotografía no desmerece. Hay actuaciones buenas (Antonio Dechent en su papel de abogado enérgico y sin muchos escrúpulos), otras que no pueden sacar más rendimiento de los diálogos y situaciones en las que los guionistas los han colocado (Blanca Portillo, jurista de prestigio, esposa del amnésico, implacable y adusta, Pepón Nieto que aquí va de policía intuitivo), algunos tienen momentos muy buenos y otros en los que recitan más que interpretan (el protagonista, Francisco Garrido, a nuestros efectos “el amésico”), actores que no han podido hacer nada para salvar sus papeles (Carles Francino, muy alejado de Víctor Ros y aquí casi irrelevante) y algunos francamente desastrosos, tanto por el guión como por deméritos propios. Por cierto, los dos hijos de la pareja, Noa Fontanals (13 años) y Alex Moner (21 años) realizan muy, pero que muy buenas interpretaciones y satisface decir que están por encima de la media.

¿QUÉ PODEMOS ESPERAR EN LAS SEMANAS QUE SIGUEN?

La seria arrancó bien y en las dos primeras entregas fue incrementado su interés, a partir de entonces se ha ido estabilizando. Pasan cosas, pero pasan lentamente y la falta del ritmo propio del thriller hace que algunas interpretaciones demasiado pobres, sin dicción y sin calidad (que hubieran debido de ser enmascaradas con actores de doblaje que en España hay muchos y muy buenos), se noten mucho más en diálogos poco significativos. En el punto actual la serie se ha estabilizado y empieza a generar síntomas de cansancio. Y aún quedan ocho episodios. Demasiados. Veremos los que aguanta la audiencia. Hasta ahora la serie es desigual: con unos tramos interesantes y otros mal trabajados en todos los sentidos.

Nos gustaría creer que la serie va a remontar y que el final será mayestático. Pero a medida que avanza la serie nos vamos convenciendo de que es imposible rectificar el casting, hacer que algunos actores terminan aprendiendo el oficio, o es difícil que desaparezcan protagonistas (la serie tiene demasiados), o que la dirección de Telecinco espolee al equipo de guionización (seguro que lo pueden hacer mejor) y pidan explicaciones a los responsables del casting por la selección de algunos actores a los que les queda mucho por aprender.

Al “noir español” televisivo le queda todavía aprender el oficio. Realizamos esta crítica, justo al día siguiente de haber examinado la serie islandesa Atrapados, así que el contraste es todavía mayor: el género es el mismo, pero la idea está mucho mejor llevada en todos los terrenos. ¿Cómo puede ser que una cinematografía olvidada, gélida, de una país que apenas tiene 332.000 habitantes, sea capaz de elaborar un producto interesante y digno, mientras que en España, nuestras televisiones –a diferencia de nuestro cine- no realizan un producto similar rotundo, indiscutible, acabado y exportable, como mínimo por temporada? La respuesta la hemos dado en los primeros párrafos.

 

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