La sociedad francesa no atraviesa sus mejores momentos. Las series lo demuestran y lo que leemos en la prensa lo confirma. Resulta significativo que desde hace tiempo no se filmen series en la ciudad de París o, si se filman, el París que veremos no es el mismo que el que se puede percibir en la calle. Es como si una parte de la sociedad francesa quisiera ocultar en lo que se ha convertido su capital. En cambio, el mundo de las series de factura francesa se ha ido desplazando a la periferia: desde los Pirineos, hasta los bosques de Alsacia y Lorena, desde Marsella (ciudad que, históricamente, siempre ha estado vinculada a los escándalos y la delincuencia, especialmente en la zona portuaria) hasta el Canal del Midi. Incluso, las que se han filmado en París, muestras pocas escenas que puedan considerarse como “verdaderamente parisinas”. ¿Qué está pasando en la sociedad francesa?
La respuesta es simple: es una sociedad que se está desmoronando y que, además, percibe lo que está ocurriendo… pero no está en condiciones de reaccionar, porque, oficialmente, las cosas andan como siempre. La Francia de hoy, postmoderna y chic, prefiere mirar a otra parte, no frecuentar los barrios conflictivos, adulterar el paisaje que se ve con sólo salir a la calle y seguir pensando que se ha entrado en el siglo XXI porque la capital francesa sigue estando tan limpia y aseada, ordenada y atractiva como en los años 70 u 80. Pero la realidad, es que el salvajismo se está apoderando de la Banlieu y, frecuentemente, al declinar el día, marcha hacia los lugares más emblemáticos.
Los becerros no hablan cuando el carnicero se lleva algunos de ellos. Los demás continúan rumiando su hierba jugosa. En Silencio.
¿Alarmismo? En absoluto. En todo el mundo se ha proyectado la serie The Purge y, en todo el mundo, la hemos visto como si se tratara de una distopía, bastante absurda por lo demás. Así mismo, cada vez en más países se celebra la fiesta de Halloween y no ocurre nada, al menos nada que merezca un hueco en las páginas de sucesos. Sin embargo, en la pasada noche de Halloween, mediante redes sociales y apps para telefonía, se extendió un llamamiento para convertirla en lo que vimos en la serie The Purge: una noche de absoluta libertad para cometer todos los crímenes que se desee.
El resultado fue más de un centenar de detenidos entre las “bandas étnicas”, especialmente en las zonas en las que son más fuertes: Lyon, Saint Denis, el Esonne… Tiendas de deportes arrasadas y saqueadas, ácido y cócteles molotov contra la policía, el triple de incendios de vehículos de las noches francesas (en las que ya se ha convertido en un hábito diario que arda un centenar de coches). En los llamamientos lanzados a través de los medios electrónicos, se insistía una y otra vez en que había que “purgar a la policía”.
El Ministerio del Interior, movilizó 15.000 agentes suplementarios, pero no logró detener los actos de barbarie, los choques con la policía, los lanzamientos de granadas de gas y la localización de los instigadores. El ministro del interior intentó separar Halloween de La purga: “Halloween es una celebración, la purga es una amenaza”, dijo, pero no pudo evitar que, una vez más, el desánimo cundiera en la sociedad francesa. Pues bien, es esa Francia azotada por las “bandas étnicas”, que cada vez cuenta con “zonas particularmente sensibles” (en las que ya resulta imposible imponer las leyes republicanas y el Estado de Derecho), la que, por todos los medios, intentan ocultar las series francesas que nos están sugiriendo que en París todo sigue como siempre y que la criminalidad está en la periferia…
Por su parte, en el Brasil de Jair Bolsonaro, los zombies han inundado las playas de Rio de Janeiro. Sin embargo, la “caminata zombie” se ha desarrollado dentro de la normalidad: miles de ciudadanos que han hecho un extraordinario esfuerzo de caracterización, desfilaron por las playas de Rio en la noche de Halloween. Los parisinos hubieran cambiado el salvajismo de The Purge, por estos manifestantes: zombies, pero dentro de un orden.