FICHA

Título original Echo
Título en España: Echo
Temporadas: 1 (5 entregas)
Duración episodio: 42 minutos.
Año: 2024
Nacionalidad: EEUU
Temática
: Fantástico
Subgénero: Superhéroes
Resumen: Una mujer nativa americana, sorda y que se expresa mediante lenguaje de signos, minusválida con una pierda mecánica, después de estar al servicio del malvado William Fisk, rompe con él y regresa a su comunidad y a su familia para iniciar una nueva vida arraiga en el medio en el que nació.
Actores: Alaqua Cox, Chaske Spencer, Tantoo Cardinal, Charlie Cox, Davery Jacobs, Zahn McClarnon, Cody Lightning, Graham Greene, Vicent d’Onofrio,
Lo mejor: que solo tiene cinco episodios.
Lo peor: protagonista inexpresiva, coreografías de peleas mal realizadas, guion chapucero
¿Cómo verlo?: Se estrenó en Disney el 10 de enero de 2024. Puede obtenerse mediante programas de intercambio de archivos.

Puntuación: 4

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Lo menos que puede decirse sobre ECHO

Reconocemos que el “universo Marvel” siempre nos ha generado repelus. Salvo Daredevil y Loki, de mayor calidad que el resto de personajes de “la Marvel”, en materia de superhéros el desbordamiento de la fantasía, las sobredosis de violencia y personajes basados en efectos especiales, terminan cansando. En el “universo Marvel” un personaje es lo que los efectos especiales del momento logran hacer de él. Los matices del guion, las circunstancias del personaje, la temática del mismo, son siempre secundarios en relación a las “emociones fuertes” proporcionadas por efectos especiales y sonidos envolventes. Así que cuando se anunció el estreno de Echo, con remanentes de otras series anteriores, no nos hicimos muchas ilusiones.

Además, Disney está paralizada como vanguardia y motor de la “ideología woke” y de las últimas exigencias de la “corrección política”. A pesar de los reiterados fracasos de series y películas y de las pérdidas del monstruo corporativo (que solamente sigue en pie gracias a los parques temáticos Disney), a lo más que discreto del catálogo del streaming, a las críticas que surgen incluso de sectores progresistas, Disney, dirigida por gentes que creen verdaderamente en los valores con los que quieren adoctrinas, sigue en sus trece alumbrando productos cada vez más retorcidos y surrealistas. Desde las primeras escenas parece como si los guionistas hubieran rescatado a Rousseau y su idea del “buen salvaje”: una idea del siglo de las luces, erosionada y desgastada por el choque con la realidad, presentada por los nuevos adoctrinadores como verdad absoluta. A partir de aquí, cualquier despropósito puede ser incluido en el a trama sin que los guionistas sientas excesivos escrúpulos.

En esta ocasión, la protagonista reúne en sí misma todos los requerimientos de la “ideología Disney”: es mujer -esencial- de gestos poco femeninos y actitudes más bien viriles, tigretona en combates contra machos que le superan dos y tres veces en masa muscular, saliendo siempre triunfante. Además es muda -lo que tiene la ventaja de que no se exige a la actriz protagonista una buena dicción, ni siquiera tener una mínima capacidad para expresar emocionar- y se expresa por signos. Por si esta minusvalía no fuera suficiente para respetar la cuota de minorías en la serie, se añade otra: una prótesis de pierna suple a la que ha perdido. Y, finalmente, es “nativa norteamericana” y quiere “encontrar sus raíces”. Así pues, la protagonista es un personaje construido a base de estas “capas” que permiten a Disney sumar, más y más “cuotas de minorías”. Algo en lo que están en su perfecto derecho, salvo que esta adicción termine produciendo un personaje vacío, sin profundidad, pintado a base de brochazos e insertado en un guion forzado e incoherente.

No hace mucho se estrenó la serie Dark Winds que toda la problemática de los nativos americanos, e incluso está protagonizada por Zahn McClarmon, que en Echo ocupa un papel secundario en el primer episodio. Dark Winds es una serie muy digna en la que el tema nativista está integrado en una trama que fluye sola gracias a guionistas que se preocupan más del contenido que de la forma. Aquí, en Echo, ocurre justamente lo contrario: son las imposiciones wokistas y las dosis de violencia prescritas para cada episodio del “universo Marvel”, las que dominante sobre un guion, a ratos, ininteligible. De hecho, la sensación que da Echo es el de un subproducto de bajo presupuesto -incluso los presupuestos para efectos especiales y para coreografías de los combates parecen haber sido muy limitados- realizada con restos y sobrantes de series anteriores. La aparición, por ejemplo, de Daredevil, es forzada y poco justificada. Incluso, d’Onofrio, en su papel habitual de “William Fisk” parece cansado del personaje y del papel que le hacen hacer en estas sagas.

Algunas escenas resultan tan ridículas que no resistimos a referirlas: en un momento dado, en el segundo capítulo, se ve una competición deportiva entre dos equipo de “nativos americanos”. Se expresan con onomatopeyas (lo que evita diálogos mínimamente elaborados). El deporte es un híbrido entre badminton y rugby americano intergéneros. Allí aparece una ancestro de la protagonista, que apenas levanta un metro del suelo, corriendo más que cualquier otro jugador y logrando el triunfo para su equipo. Podemos imaginar lo que ocurriría con cualquier jugador de no importa qué sexo de 1,50 y 55 kg de peso, en un partido de rugby americano… Por cierto, que ese partido -protagonizado por “nativos norteamericanos”- se juega entre pirámides de resonancias aztecas que jamás existieron al norte de Río Grande.

¿Vale la pena referirse al guion? En realidad, no, en tanto que el guion no existe. Existen, eso sí, sobrantes de series anteriores, con las que el montador ha compuesto cinco episodios, añadiendo algunas coreografías de peleas, realizadas apresuradamente, la tecnología CQI ha colocado una prótesis de pierna a la protagonistas y el resto de la pantalla está ocupado por el corpachón -cada vez más enorme- de d’Onofrio. La actuación de Graham Green (nativo americano que venimos admirando desde Bailando con lobos y que no sabemos cómo han conseguido embarcarlo en este despropósito) no basta para dar empaque a la serie.

La protagonista aparecía en series anteriores de Marvel, como personaje secundario. La vimos en Ojo de Halcón como “Maya López” (en el tercer episodio). No tiene superpoderes especiales, al menos compara con otros protas de eso que se conoce como “universo cinematográfico Marvel”. Eso sí, es minusválida, pequeñita, pero reparte hostias como panes en coreografías, como hemos dicho, en las que se nota la rapidez con la que se han elaborado e, incluso, defectos de montaje. Ni siquiera es capaz de dispararle a la cabeza a Fisk-d’Onofrio a un palmo de distancia, con una pistola de gran calibre (con lo que la cabeza, literalmente, estallaría) sino que lo deja malherido.

La serie aparece, además, en un momento en el que la veta de los superhéroes, sobrexplotada, ya no da más de sí. Loki, ha sido un éxito relativo, pero único, y otro tanto puede decirse de la última entrega de Guardianes de la Galaxia. Pero eso es todo. El resto de superhéroes ha entrado en bancarrota. El público predispuesto a aceptarlos parece cansado (es un rasgo de las nuevas generaciones: se cansan pronto de aquello con lo que están familiarizados). Y este es el problema para Disney: que lanzó el streaming pensando que su alianza estratégica con la Marvel le aportaría el prestigio y la fama del “mundo de los superhéroes”. Y ese mundillo está sumido en una crisis de la que no logra salir, acaso porque con Superman, Batman, Spiderman y Daredevil, ya hay suficiente exceso de fantasía. Y todo exceso, antes o después, termina generando enfermedades. El hastío, por ejemplo.

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