FICHA

Título original Filles du feu
Título en España: Hijas del fuego
Temporadas: 1 (6 entregas)
Duración episodio: 50 minutos.
Año: 2023
Nacionalidad: Francia
Temática
: Drama
Subgénero: Brujería
Resumen: Un juez llega al País Vasco francés a principios del siglo XVII con la intención de perseguir a la brujería en aquella zona. Tres hermanas, hijas de una bruja que resulta quemada, tratan de sobrevivir ante la nueva situación que desembocará en una oleada de miedo, detenciones y torturas sin precedentes.
Actores: Michele Laroque, Guillaume de Tonquedec, Lizzie Brocheré, Bruno Debrandt, Zoé Adjani, Ángela Molina, Anabel López, Marc Ruchmann, Wendy Nieto, Axel Mandron, Tom Hudson
Lo mejor: parte de un hecho histórico…
Lo peor: … el tratamiento es, cualquier cosa, menos histórico
¿Cómo verlo?: Se estrenó en el canal Cosmo el 8 de febrero de 2024. Puede obtenerse mediante programas de intercambio de archivos.

Puntuación: 6

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Lo menos que puede decirse sobre HIJAS DEL FUEGO

Cuando escribimos estas líneas, la serie Hijas del fuego, llega ya tres semanas en exhibición. Ni siquiera la presencia de Ángela Molina, ha conseguido despertar el interés del espectador en este producto de origen francés cuya trama transcurre en el País Vasco en 1609. Tampoco encontramos gran información en los medios de comunicación españoles. Se trata, por tanto, de una producción que está pasando completamente desapercibida. Casi mejor.

En efecto, el tema de las brujas de Zugarramundi (pues a eso alude la historia) ha sido tratado, sobre todo, de manera sistemática y accesible hoy, por Julio Caro Baroja. Pero lo que vemos en la serie no es eso exactamente, sino el inicio de la persecución en el País Vasco francés, cuando llegó el juez Pierre de Lancre (interpretado por Guillaume de Tonquedec). Desde su llegada, se produjo en la región una oleada de terror y represión. Obsesionado por las indicaciones del Malleus Maleficarum, el libro de cabecera en la lucha contra la brujería y el satanismo, consiguió la ejecución de seis brujas y de otras cinco en efigie porque habían muerto ya. Dieciocho personas, reconocieron sus culpas y apelaron a la misericordia del tribunal, salvándose de las llamas. El juicio se celebró en Logroño en 1610. El último juez llegado al tribunal, Alonso de Salazar y Frías, que no había participado en los interrogatorios, pero si en la sentencia, dudó de la culpabilidad incluso de las que habían renunciado a reconciliarse con la Iglesia y envió un informe demoledor que analiza exhaustivamente Caro Baroja. Alonso de Salazar concluyó expresando su convicción de que se había cometido una “terrible injusticia”. En 1611, el humanista Pedro de Valencia presentó otro informe a petición del inquisidor general que apuntaló aún más las conclusiones de Alonso de Salazar, estableciendo, por primera vez, que se confundía “satanismo”, “brujería” y “posesión demoníaca”, con enfermedades mentales. Desde ese momento, la inquisición española utilizó métodos racionales y objetivos para determinar la culpabilidad de los acusados. Algo que la “leyenda negra” olvida por completo. Mientras, en Europa se seguían -mucho más que en la Edad Media- realizando cazas de brujas y se extraían declaraciones de culpabilidad mediante las torturas recomendadas en el Malleus Maleficarum… Pero no es esto lo que vamos a ver en la serie.

La serie nos muestra al inquisidor francés, Pierre de Lancre, emprendiéndola con una saga de brujas de Labourd, un pueblo de pescadores. La madre, Gratianne Elissalde (Ángela Molina) es la “bruja titular” del pueblo. Partera, abortista, sanadora, vidente y alucinada, tiene tres hijas, Jeannette (Anabel López), Catherine (Lizzie Brocheré) y Morguy o Marguerite (Zoé Adjani). La primera se ha negado siempre a ser la heredera del título de “bruja oficial”, la segunda está dedicada a las faenas de pesca y tiene unos cuantos barcos con pescadores a su servicio, y la menor terminará siendo amante de Pierre de Lancre, el juez inquisidor. La llegada del juez genera una viva inquietud en esta pequeña comunidad, especialmente cuando llama a las primeras testigos y pronto decreta la condena a muerte en la hoguera de la madre.

Cada una de las hermanas reaccionará de manera diferentes a la caza de brujas. Ni siquiera los sacerdotes están libres de la persecución. El problema es que, lo que nos muestra la serie pertenece al siglo XVII, pero es tratado con un lenguaje y con una intencionalidad propia del siglo XXI: todo el problema sería una forma de dominio masculino sobre la libertad femenina. El papel de Catherinne Elissalde era inconcebible incluso en el País Vasco del siglo XVII, una sociedad matriarcal, pero en donde la mujer, sobre todo, gobernaba el caserío, en absoluto los negocios familiares. El inquisidor, por su parte, no es víctima de una manía obsesiva y enfermiza, sino que está movido por la misoginia y aspira a adoctrinar, controlar, someter y regocijarse con el sufrimiento de las mujeres.

Tampoco vamos a ver grandes actuaciones, ni un esfuerzo por reconstruir la vida en el Labourd del siglo XVII. Sobreactuaciones, harapos como vestuario y unos cuantos exteriores representativos del paisaje local, son los elementos constitutivos de esta serie, que no aporta gran cosa, ni a la verdad histórica, ni a un examen objetivo de aquella caza de brujas, ni, por supuesto, habla de que sirvió a la Santa Inquisición española para abrir un paréntesis de racionalidad que se prolongó en los dos siglos que le quedaba de vida.

La serie tiene un punto de increíble. Incluso los movimientos y gestos de actrices como Lizzi Brocheré, resultan inasumibles en aquel rincón de Europa en aquel momento histórico. Es un producto típicamente francés surgido de una cinematografía poco escrupulosa con la historia (y, menos aún, con las formas de la historia) y mucho más preocupada por transmitir los valores actuales republicanos, y juzgar el pasado con las lentes del presente. Así no se hacen buenas series, así no se hacen series que sean recordadas en el futuro. Así se hacen -como está- series olvidables y que pasan desapercibidas para el espectador.

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