FICHA
Título original: Forts
Título en España: Forts
Temporadas: 1 (6 entregas)
Duración episodio: 40 minutos.
Año: 2024
Nacionalidad: Polonia
Temática: Intriga
Subgénero: Crimen
Resumen: Un policía sancionado en varias ocasiones pero cumplidor con su deber, asume la investigación de unos crímenes retorcidos en una zona montañosa de Polonia que remiten a venganzas por hechos ocurridos décadas antes.
Actores: Borycs Szys, Zuzanna Saportznikow, Andrezej Bienias, Kamilla Baar, Aleksandra Grabowska, Szymon Wroblewski, Maciej Pesta, Michal Suwada, Tomasz Pogon, Artur Barcis, Malgorzata Hajewska.Krzysztofik, Piotr Franasowicz, Magdalena Debicka,
Lo mejor: los dos primeros episodios
Lo peor: guion excesivamente retorcido y casi incomprensible
¿Cómo verlo?: Se estrenó en Netflix el 11 de enero de 2024. Puede obtenerse mediante programas de intercambio de archivos.
Puntuación: 6
PROMO (castellano)
PROMO (en polaco)
PROMO
INTRO
WEB OFICIAL (Netflix)
DÓNDE VERLA (Netflix)
COMPRAR DVD (no está a la venta)
Lo menos que puede decirse sobre FORST
Vaya por delante que Netflix, plataforma a la que podemos definir como “el gran desengaño” de los streammers, sigue en sus trece: la forma, para ella, es más importante que el fondo, en unos casos, y en otros el adoctrinamiento es el objetivo que se pretende (a parte de rascar en el bolsillo de los abonados). En este caso, en la miniserie Forst, no solamente, Netflix se ha atenido a priorizar la forma, sino que, además, el impacto causado afecta a la primera parte de la serie, siendo la segunda, absoluta y totalmente irrelevante. Es la técnica del cebo que se lanza al río y que poco importa lo que ocurra después de que el pez (en este caso el espectador-abonado) haya mordido.
Cabe decir que el cine polaco ha destacado en la última década por series inolvidables y por actores de nueva hornada que han aportado carácter y personalidad. De hecho, el protagonista de Forst no es otro que Borys Szyc, al que ya hemos visto en otras series estrenadas durante la pandemia y después. Se trata de un actor todoterreno que lo mismo hace -como en Forst– de policía enérgico, incorruptible y eficiente, a colgado o a bribón de los años treinta. Le acompaña su físico tanto como sus cualidades actorales.
Por tanto, una vez más, el problema no es la industria del cine polaca, sino Netflix, que se empeña en ofrecer productos de consumo, cada vez confeccionados con mayor velocidad y un control de calidad más bajo. Tal es el problema de esta serie.
Forst se inicia muy bien y, de hecho, los tres primeros capítulos son magistrales. No tenemos todavía muy claro hacia dónde circula el guion, pero si sabemos que se han producido unos crímenes impactantes, que el protagonista es un policía discutido por sus propios compañeros y por su jefe inmediato y que, hay un problema de fondo, una venganza, que se remonta a los tiempos del colaboracionismo polaco con el Tercer Reich… A primera vista, todos estos elementos, combinados, podrían dar una serie, sino original, sí al menos interesante.
El problema es que, en la segunda parte de la miniserie, los tres elementos desaparecen y todo se centra en el policía, en su compañera, en su infancia y en el orfanato del que salió y en la desaparición de la hija del jefe del protagonista. ¿Qué relación tienen todas estas “novedades” con la primera parte de la serie? Poca o ninguna. Por lo tanto, cuando llega el desenlace, nos preguntamos si nos hemos perdido algo o si alguna visita al WC nos ha hurtado algún elemento esencial de la trama.
Pero no. Cuando un argumento resulta incomprensible, cuando es, como se dice vulgarmente, “más retorcido que el moño de una gitana” o “más liado que una persiana”, la culpa no es del espectador, sino del equipo de guionización y, más aún, de su filtro inmediatamente superior: el control de calidad de Netflix.
Ni siquiera ha quedado claro el “modelo de producción” de la serie. Tiene elementos que se remiten al cine gótico, otros al género policíaco convencional, escenas que aspiran a ser ganchos eróticos y otras que evocan el cine de superhéroes, con incendios y efectos especiales poco creíbles. Y todo para prolongar la serie, dando tumbos de un extremo a otro, trenzando un guion, imposible de comprender y de justificar, dejar en la conclusión cabos sueltos por todas partes y constituir, a fin de cuentas, la enésima decepción que genera Netflix.
Todo muy en la línea del streaming para el que el hecho de que el espectador queme horas en la plataforma es mucho más importante que el que encuentre unos mínimos aceptables de calidad. En efecto, permaneciendo en la plataforma, por decepcionado que quede por lo que acaba de ver, o buscando interminablemente por un catálogo sobredimensionado, Netflix evita que ese mismo espectador, bucee en otras plataformas… Así es la política de Netflix: cantidad antes que calidad, bosques de árboles que eviten distinguir un cielo claro y luminoso.
No es extraño que, en las últimas semanas, Netflix haya hecho lo que nunca antes había intentado: una campaña en redes sociales y medios convencionales para captar abonados. No nos extraña, ni es buena señal sobre la salud de la plataforma líder en el mercado de los streamings.
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