FICHA

Título original True Detective: Night Country
Título en España: True Detective: Noche Polar
Temporadas: 1 (8 entregas)
Duración episodio: 50 minutos.
Año: 2024
Nacionalidad: USA
Temática
: intriga
Subgénero: policíaca
Resumen: En el Círculo Polar Ártico de Alaska, en las proximidades de una pequeña población aparecen los cadáveres de ocho científicos de distintos países que trabajaban en una estación internacional de investigaciones climáticas. La sherif local y una policía estatal, cuyas relaciones han sido malas en el pasado, se encargan de la investigación.
Actores: Jodie Foster, Kali Reis, Jhon Hawkes, Christopher Eccleston, Fiona Shaw, Finn Bennett, Anna Lambe, Aka Niviâka, Isabelle LaBlanc, Joel Montgrand
Lo mejor: que es la cuarta temporada de la que fue una gran idea.
Lo peor: un resumen de todas las tendencias del Hollywood más decadente.
¿Cómo verlo?: Se estrenó en HBO Max el 15 de enero de 2024. Puede obtenerse mediante programas de intercambio de archivos.

Puntuación: 6

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Lo menos que puede decirse sobre TRUE DETECTIVE: NOCHE POLAR

No es una mala serie… que, en realidad, hubiera podido resumirse para una película de esas que se emiten en las tardes de final semana, pero no es una serie digna de las anteriores temporadas de la franquicia True Detective. Estrenada hace ahora diez años, esta última temporada (no dudamos que, seguramente, será la última) permite comparar lo que han variado los códigos cinematográficos impuestos por Hollywood en apenas dos lustros. Entonces, los guionistas eran libres: cuando se les encargaba una serie de intriga, podían estrujar sus neuronas para que la resultante fuera inédita, nunca antes vista y creativa. El resultado fue aquella primera temporada protagonizada por Matthew McConaughey y Woody Harrelson. Una obra maestra inolvidable y… libre.

Diez años después, la última heredera de las rentas generadas por aquella primera temporada, nos muestra un producto cautivo de todos los tópicos e imposiciones del nuevo código ultraprogresista de Hollywood al que los guionistas, necesaria e imperativamente, deben atenerse si es que quieren reportar un premio para su productora (y bien se encarga esta de que cumplan estrictamente las nuevas normas). Y los guionistas hacen lo que pueden: intentar llevar la serie por el entramado obligatorio impuesto, tratan de incluir todos los tópicos, personajes y situaciones, por encima y por delante de la profundidad de los personajes y del interés de la trama, escriben sobre lo que no conocen y/o sobre lo que no resulta ni muy interesante, ni muy novedoso, lo que, en definitiva, está presente en buena parte de las series “con aspiraciones”. A saber: la protagonista tiene que ser, necesariamente, mujer o (como es el caso de esta serie), mujeres, preferentemente hombrunas o de ademanes viriles (prohibida cualquier rastro de feminidad); el varón debe estar reducido a mero comparsa, tonto inútil o desagradable criminal, debe de aparecer imperativamente una mujer negra como prota, no pueden aparecer matrimonios heterosexuales felices (si aparecen, deben existir rastros de violencia doméstica, infelicidad, divorcio o asesinato), en su lugar, deben estar presentes parejas gays, si son jóvenes, mejor; debe esta presente alguna minoría autóctona que reivindica derechos históricos arrebatados siglos antes y que es retratado con los mismos rasgos que el “buen salvaje” roussoniano… Y así sucesivamente.

Todos estos condicionantes operan a modo de andamio por los que debe circular el argumento. Imaginemos lo que sería en arquitectura un andamio construido para luego edificar el edificio (y no a la inversa). Pues bien, eso es la cuarta temporada de True Detective: Noche Polar, una serie acartonada y previsible, sin imaginación ni novedad alguna, en la que solamente está presente algún aspecto secundario que remite a la primera temporada (el trasfondo místico-chamánico).

A pesar de haber visto solamente los tres primeros episodios, ya es posible sacar algunas conclusiones: la serie discurre con una lentitud exasperante, no hay ni una sola frase que muestre el más mínimo ingenio o que sea digna de pasar a la posteridad, todo está pensado solamente para “colar”, una tras otra, las imposiciones del nuevo código ultraprogre de Hollywood y la “ideología woke”. Y, no es que este código sea infame en sí mismo -que lo es- sino que no da posibilidad a que los guionistas expresen su creatividad. A esto se une una mala dirección de actores.

En este terreno se ha confirmado la tendencia: actores desconocidos (Kali Reis, exboxeadora negra sin apenas filmografía previa, aquí co-protagonista), actores que han protagonizado previamente papeles memorables en series de éxito y aquí ocupan papeles secundarios (Christopher Eccleston y Fiona Shaw), actores desconocidos (Isabelle LaBlanc, Aka Niviâna, Anna Lamb), y un veterano en la recta final de su carrera (Jodie Foster, que, a la vez es productora ejecutiva de la serie). Así pues, resulta inevitable fijarse en el papel desempeñado por esta última: ya no es la “Claire Sterling” del Silencio de los Corderos ochentero. O ha perdido facultades o ha estado mal dirigida en esta serie: en efecto, gestos y muecas excesivamente forzados, modales y actitudes de “macho alfa” poco o nada creíbles, da incluso la sensación en algunas escenas que ni ella misma cree en su propio papel. En cuanto a la co-protagonista, Kali Reis, simplemente, le falta experiencia, el papel le viene visiblemente grande; uno llega a dudar si los dos piercings que muestra en las mejillas son más bien un par de tornillos para encajarle una máscara de inexpresividad que le acompaña en todos los episodios.

Dos detalles “forzados”: en el tercer episodio se ve una escena de parto en el que, además, de la Foster (que ha ido a detener a la doctora) solamente están presentes mujeres indígenas. Ni un hombre, ni una sala de espera para el afortunado padre. Solo mujeres: el hombre es innecesario incluso para la gestación y el parto. Tal es el mensaje que se repite en la modalidad sexual de la hija de la protagonista: lesbiana. Sin embargo, la Foster, además de sus ademanes de ”sherif machorra”, sorprende con un número erótico con Eccleston, muy forzado y casi ridículo, increíble, además. En cualquier caso, en todas las escenas, todas las protagonistas son mujeres, en su vida real o en los papeles que asumen son lesbianas. Y lo que es aún peor: no buscan mostrar su feminidad, sino mostrarse varoniles, más viriles que los machitos. Tal es el gran logro del “feminismo de la cuarta ola”.

A estas críticas se pueden añadir otras sobre el ritmo narrativo (lento), los diálogos (carentes por completo de ingenio), la fotografía (desaprovechados los paisajes polares), encuadres (propios de cine de serie B, sin la más mínima creatividad), efectos especiales (el inicia del salto al vacío de los renos no está bien resuelto), guion (esclerotizado y como almidonado, con un “misterio”), originalidad (la serie se parece excesivamente a otros productos similares), banda sonora (discreta), presentación (floja, compárese con las dos primeras temporadas). En resumen: una temporada muy mediocre que hubiera merecido ser llamada “Woke Detective” para no arruinar -como ha hecho- la franquicia.

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