FICHA
Título original: Escándalo, relato de una obsesión
Título en España: Escándalo, relato de una obsesión
Temporadas: 1 (8 entregas)
Duración episodio: 70 minutos.
Año: 2022
Nacionalidad: España
Temática: Drama
Subgénero: Amoríos
Resumen: Una mujer madura, extremadamente sensible, recién divorciada y con malas relaciones con su hija, se enamora de un adolescente. Para que este amor prohibido pase lo más desapercibido posible, la mujer se aproxima al padre del muchacho, viudo, y termina casándose con él, prolegómeno para ulteriores desgracias.
Actores: Alexandra Jiménez, Fernando Líndez, Antonio Gil, Víctor Duplá, Celia Freijeiro, Iñigo de la Iglesia, Carlos Serrano, Eve Ryan, Carlos Lorenzo, Ismael Abadal, Cristina Abad, Will Shephard
Lo mejor: Alexandra Jiménez borda, acaso, el mejor papel de su carrera.
Lo peor: La historia tiene tintes excesivamente melodramáticos
¿Cómo verlo?: Se estrenó en Telecinco el 11 de enero de 2023. Puede obtenerse mediante programas de intercambio de archivos.
Puntuación: 6
INTRO
MÚSICA
WEB OFICIAL (Tele5)
DÓNDE VERLA (Mitele)
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Lo menos que puede decirse sobre ESCANDALO, RELATO DE UNA OBSESION
¿Se acuerdan de la Lolita de Kubrick? La de verdad, la primigenia, la de 1962… Bueno, pues, escandaloso relato de una obsesión es lo mismo, idéntico, pero con los sexos cambiados. No resulta muy edificante, salvo para el “Ministerio de la Igualdad de las Genialidades Catastróficas”, ese que sostiene que el sexo con consentimiento del menor no es “pederastia”, idea apoyado por todos los pederastas a esta parte de la galaxia que ya están pensando dónde comprar chuches que gusten a niños y niños… Estupideces aparte, la serie protagonizada por Alexandra Jiménez es visible, solamente porque la protagonista hace un papel espléndido; hasta ahora, el mejor de su carrera. Aparte de este elemento y de alguna que otra buena intervención del resto de la plantilla (en especial, Antonio Gil), el resto de la serie es prescindible.
Una mujer con un marido intratable, ella, a su vez, intratable e inestable psicológicamente, y el matrimonio con una hija adolescente no menos intratable, sufre un aborto y, a partir de ahí, se desencadena su inestabilidad interior, las tensiones con su pareja y aumenta la intratabilidad de la hija. ¿Resultado? El marido la abandona y ella se va a un pueblecito de la costa alicantina para olvidar y rehacerse. Tanto y tan bien que opta por suicidarse… Sin embargo, ahí está un adolescente, niñato de los hay a docenas en cada instituto, que la salva de las aguas y, pro aquella de llegar y besar el santo, hace el amor con ella. Hasta ahí, la cosa podría ser considerada como un folletín de tomo y lomo, pero lo que sigue es ya de culebrón venezolano de los años 80.
La mujer, para hacer que pase desapercibida su relación con el adolescente, opta por lo que haría cualquier protagonista de culebrón: ligarse al padre, viudo, católico a machamartillo, hombre trabajador y amantísimo de su hijo. Y se casan. La protagonista piensa que, a fin de cuentas, si es católico hará poco el amor, lo justo para dejarla embarazada y el resto del tiempo podrá disfrutar del hijastro-amante. Éste, sin embargo, soporta difícilmente el que ella se acueste con el padre y fragua su venganza en el siguiente escalón del folletín que el lector deberá ver por sí mismo, si quiere comprobar hasta qué punto llega al retorcimiento de algunos guionistas.
Hay cierto público que ama este tipo de historias y seguramente ésta ha sido elaborada para este perfil: mujer madura, habitual de Tele5, dada a las efusiones sentimentales y a la emotividad, que disfruta asomando una lagrimita entre programas de corazón. A este sector puede unirse otro que sigue la carrera de Alexandra Jiménez. Ambos serán los más gratificados por esta serie. Es difícil que termine de gustar al resto de público, especialmente por lo retorcido de la trama y porque el sexo con menores -por mucho que el “ministerio de la igualdad” (premio de consolación del pedrosanchismo a Podemos y, sin duda, el que le ha ocasionado más destrozos, junto con interior con sucursal en Chueca)- sigue siendo un tabú ético, cultural y moral. Y, mejor que siga así por mucho tiempo.
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