FICHA
Título original: Historias de Alcafrán
Título en España: Historias de Alcafrán
Temporadas: 1 (¿? episodios)
Duración episodio: 42 minutos.
Año: 2020
Nacionalidad: España
Temática: Comedia
Subgénero: Rural
Resumen: Alcafrán es un pequeño pueblo manchego de apenas 200 habitantes. Apenas pasa nada, pero sus habitantes viven una situación inédita con la reapertura del colegio para impartir clases para adultos. Llega un nuevo profesor, el mismo día en que sale de la cárcel el anterior alcalde y se enfrenta a la nueva alcaldesa. Otros habitantes notorios del pueblo son dos gays que regentan la fonda.
Actores: Alba de la Fuente, Thaïs Blume, Agustín Jiménez, Ángel Ruiz, Mariona Terés, Carlos Chamarro, Álex Gadea, María Isasi, Marisol Membrillo, Luis Miguel Seguí, María Isasi, Julio Sanjuan, Gonzalo Hermoso, Laura Oliete, Alba de la Fuente, Amparo Moreno, Carmen Segarra, Mariona Terés, Iñaki Galartza, Thaïs Blume, Noureddine El Arrabm Xavi Francés,
Lo mejor: recordar que la “España vacía” también existe.
Lo peor: son escasos los gags que logran hacer sonreír al espectador.
Lo más curioso: La serie ha sido creada por José Mota y Eduardo Ladrón de Guevara.
¿Cómo verlo?: Se emite desde el 11 de septiembre de 2020 en TVE1. Y puede encontrarse en la sección Televisión a la Carta. También puede verse en youtube
Puntuación: 5
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WEB OFICIAL (Televisión a la carta)
WEB OFICIAL (La hora de José Mota)
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Lo menos que puede decirse sobre HISTORIAS DE ALCAFRÁN
Cascabullos es el pueblo de la “vieja del visillo”. Lo rural le tira a José Mota, acaso porque allí es donde aparecen arcaísmos y la contradicción entre los usos rurales y la modernidad parece más propensa a las situaciones cómicas. Porque el ideador de las Historias de Alcafrán, en última instancia, es José Mota. La serie ha tenido una larguísima gestación que se remonta a 2012 cuando ya existían planes para introducirla en TVE. La cosa cayó y la serie pasó a la Cuatro. En 2013, cuando esta cadena canceló La noche de José Mota, el proyecto quedó paralizado y de él no se volvería a oír hasta enero de 2020 y reconvertido en la serie semanal que se estrenó el 11-S.
En las semanas previas al estreno cabía la posibilidad de que se tratase de una serie “descacharrante”, al estilo de Matadero (de la que empezamos a perder la esperanza de ver una segunda temporada). Al ver el primer episodio, cabría colocar en la introducción la leyenda “Abandonad toda esperanza”: la serie aspira a ser cómica, pero a partir de las premisas del episodio piloto parece difícil que pueda enderezarse y lograr extraer alguna sonrisa del espectador.
Tenemos un pueblo manchego, Alcafrán, de apenas 200 almas. La escuela cerró por falta de niños. Ahora llega un profesor desde Madrid, para hacerse cargo de una “escuela para adultos”. Llega el mismo día en el que es puesto en libertad provisional el antiguo alcalde que, como corresponde a su cargo, ha realizado marrullerías suficientes para ser procesado por corrupción. La alcaldía, ahora, está en manos de una mujer enérgica y con dos hijas adolescentes. El cuadro de notables locales se completa con una pareja gay que regenta la fonda del pueblo. E, incluso, las promos cuentan que también hay una vaca y varios vecinos que darán que hablar. Esto es todo.
Resulta inevitable comparar esta serie a las Crónicas de un Pueblo de hace medio siglo. En aquella serie del tardofranquismo -presentada también como comedia- se retrataba la vida rural de un pueblo en aquellos años grises. Sigue habiendo un cura y un alcalde (alcaldesa), pero ha desaparecido el Guardia Civil y, en contrapartida, irrumpe el alcalde corrupto. Cincuenta años después aparece una réplica, pero habiendo sustraído a la vieja serie todo lo que era “formativo” y “educativo” que, en su modestia, trasmitió esta serie. Difícilmente encontraríamos otro valor en Historias de Alcafrán como no sea una reivindicación de la “España vacía”, ese que muere y agoniza desde hace décadas.
La serie pretende realizar una inmersión de todos estos personajes en una comedia que haga pasar una buena hora al espectador. La intención, por honesta que sea, se queda en agua de borrajas: los actores cómicos están mal aprovechados, las situaciones tienen poca gracia, se comete el error, habitual en nuestras latitudes, de dilatar excesivamente la duración del episodio, en lugar de concentrarla y reforzar los gags. La sensación que da es que nos vamos a aburrir viéndola, que no logrará una cuota de pantalla lo suficientemente amplia como para subsistir y que, un buen día, desaparecerá sin que nadie la recuerde.
Ignoramos los motivos por los que esta comedia ha ido a parar a RTVE. Seguramente porque Rosa María Mateo no es la persona más adecuada para dirigir un ente público y nunca debió de asumir el cargo. Desde que se hizo cargo del ente, ha ido cayendo más y más en picado y la excusa del Covid-19 no es válida para explicar la inanición de sus contenidos.
Siempre hemos dicho que el 75 del éxito de una serie se debe al guion. Y en este caso, falla. El 25% restante se lo reparten entre la calidad de los actores, de la fotografía y del montaje. Pero el guion siempre es lo esencial y aquí falla por todas partes: resulta excesivamente sexista pensar que dos gays, por el mero hecho de serlo, tienen ya que suscitar sonrisas; por no hablar de que la ansiedad de un concejal por hacer el amor con una guardia urbana de la localidad, en cualquier momento, tampoco es como para echar cohetes. Un profesor cornudo y un choricete, en sí mismo, pueden ser personajes ridículos, pero su efectividad en una comedia vendrá dada por los gags que puedan protagonizar.
En cualquier caso, animamos a ver las Crónicas de un Pueblo y a compararlas con las Historias de Alcafrán. Quedará confirmado que cualquier pasado fue mejor.
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