FICHA
Titulo original: Becker
Título en España: Becker
Temporadas: 6 (120 episodios)
Duración episodio: 30 minutos
Año: 1998-2004
Temática: sit-com
Subgénero: médicos
Resumen: Un médico que dispone de consulta propia en un barrio popular suele ir en horas libres a un chiringuito próximo. Entre la consulta y el chiringuito aparecen distintos personajes y situaciones cómicas que siempre parecen dar la razón al protagonista.
Actores principales: Ted Danson, Hattie Winston, Shawnee Smith, Alex Désert, Saverio Guerra, Terry Farrell, Nancy Travis, Jorge García
Lo mejor: pasa revista a la fauna que puebla la periferia neoyorkina.
Lo peor: que las razones de House para estar enfurecido suelen ser razonables.
¿Cómo verlo?: Puede comprarse en DVD, bajarse mediante programas P2P y algunos en versión original pueden verse en YouTube. Algunos de la primera temporada se encuentra en castellano en la misma plataforma.
Puntuación: 6,5
CLIPS (EN INGLÉS)
PRMER EPISODIO COMPLETO (EN CASTELLANO)
Lo mínimo que hay que saber sobre BECKER
Habitualmente, las seres “de médicos” tienden más al drama pero cuando se intenta realizar con esta temática una comedia de situación aparecen obras maestras de las que en lo que va de milenio hemos visto dos: Scrubs (2001-2010) y Becker. Tres, sin consideramos la parte cómica de House (2004-2012). La tercera es la única que pasará a la historia del cine, pero, créanme, las otras dos son magistrales y, antes o después, se revalorizarán. Basta ver el episodio inicial para darse cuenta de que no se trata de una serie del montón.
BUENAS RAZONES PARA ESTAR MALHUMORADO
Cuando Dave Hackel creó el personaje de “Becker” se preocupó de dotarlo de unos pocos rasgos pero extremadamente característicos y que compartía con un alto número de norteamericanos: el intento de llevar una vida honesta y normal que chocaba con los mil impedimentos y problemas que encontraba en el día a día y que hacían de él un tipo malhumorado. Brillante en su profesión de médico, “Becker”, podría ser un profesional de éxito sentado tras su consulta de un hospital de campanillas, pero ha preferido ejercer la “medicina social”, abrir una consulta en algún lugar de la periferia de Nueva York para una clientela con pocos medios económicos.
“Becker” abomina de los tópicos y cada día, en el chiringuito al que va a desayunar se despacha a gusto en soliloquios que denuncian tal o cual aspecto de la vida neoyorkina. Quienes lo oyen, suelen reprocharle su eterno estado de cabreo. Pero lo más terrible es que todas las razones que general malhumor en “Becker” están perfectamente argumentadas y son razonables. No se enfada por algo que no merezca sus vitriólicas invectivas. Pero este eterno “quejío” no le induce a la desesperación. Es un “duro” en cuya ecuación personal no hay tiempo para la depresión. El abatimiento no entra en sus planes. Se mantiene en pie, cumple –hasta el heroísmo- con su juramento hipocrático y solamente muestra su ira hacia todo aquello que lo merece.
Si Becker tuvo éxito fue precisamente porque es tanto una sit-com como una crítica social explícita, sin dobles lecturas, sin dobleces: directa, ácida, una crítica a la realidad.
SIETE PERSONAJES EN DOS JAULAS
Uno de los elementos que definan a las comedias de situación es que discurren en el interior de unos pocos decorados que se repiten en todos los episodios. En Becker estos escenarios son dos: el chiringuito y la consulta del médico. El primer está regentado por “Reggie Kostas” (Terry Farell) siempre al otro lado de la barra, “Jake Malinak” (Alex Désert), vende periódicos, cigarrillos y chiclés en el mismo local, es ciego. Uno de los clientes habituales es “Bob” (Saverio Guerra), antiguo compañero de estudios de “Reggie”, un tipo repelente que ni siquiera se da cuenta de que lo es, lo que se dice un balarrasa cuyo papel va creciendo a medida que avanza la serie.
El segundo escenario es la consulta médica. Allí una enfermera-jefe, “Margaret” (Hattie Winston), enérgica, casada y madre de familia cuyo marido odia a Beker; se trata de una mujer religiosa que ejerce como personaje sensato, ordenado y eficiente. La auxiliar, “Linda” (Shawnee Smith), chica de buen ver y de padres millonarios que ha decidido “hacerse a sí misma”. No es particularmente inteligente –en realidad, es una consumada metepatas- pero si está siempre bienintencionada y abierta a resolver todos los problemas que ella misma genera.
Todos estos personajes tienen a “Becker” (Ted Danson) como enlace y en ambos locales pasa un público con sus problemas, sus neurosis y sus tonterías. “Becker” pontifica en ambos como si se tratara de un predicador iracundo. Nadie se lo toma en serio, pero todos lo respetan, convencidos de que se trata de un hombre honesto.
SITUAR A LA SERIE EN LA AMÉRICA MODERNA
Es difícil describir a “Becker” en términos políticos. Seguramente tiene mucho de conservador airado por ver que el mundo que conoció se está diluyendo ante sus ojos. Es un personaje, áspero y sin mucho tacto con pacientes y con clientes del chiringuito, pero extremadamente humano. Cuando se ideó la serie en 1997, los EEUU afrontaban un período de inestabilidad bursátil que terminó desencadenando la llamada “crisis de las punto com” y luego el estallido del “escándalo Enron”. El norteamericano medio tenía buenos motivos para quejarse y despotricar contra todo y contra todos.
América no iba bien a pesar de que los medos de comunicación y los realitys-shows televisivos intentaran enmascarar la profundidad de la crisis. La prensa norteamericana que había informado puntualmente sobre la guerra del Vietnam o sobre el escándalo Watergate con una envidiable libertad de información, había cambiado. Los medios ya no eran “libres”, simplemente, habían pasado a manos de consorcios económicos que administraban la información según sus intereses.
No es raro que Becker se soliviante al encender la televisión o abrir un periódico. La sensación de que nada iba a cambiar y, lo que era peor, que nada debía cambiar se había apoderado de un tercio del país, mientras que otro tercio sostenía que nada podía cambiar y a otro, incluso, le daba igual si cambiaba algo o nada. La apatía y la frustración estaban presentes en los momentos en los que Becker arrancó. De ahí su éxito.
A medida que fue avanzando, temporada tras temporada, las cosas tendieron a ponerse cada vez peor. La apatía de finales del milenio fue sustituida por el miedo que se enseñoreó de América a partir del 11-S de 2001, al que siguieron las aventuras bélicas de Bush, frustrantes y extenuantes, que terminaron en la gran crisis de 2007. Para ese momento, la serie Becker ya no existía y Ted Danson estaba embarcado en otros proyectos. Lo vimos en una temporada de la más que genial Courb your Enthusiasm y luego en la más discreta Damages (2007-2011), para reaparecer de nuevo, brillante como siempre, en CSI: Crime Scene Investigation (2011-2015)
¿QUÉ HACER CON BECKER?
¿Qué hacer? Verla. Si la ha visto, las mismas escenas volverán a generarle idénticas carcajadas, la vea hoy o dentro de diez años. Si no la ha visto, se ha perdido una de las sit-com más geniales del milenio y debe procurarse cuanto antes la colección completa. Créame, no lo lamentará. Es posible que algunos episodios sean más cómicos que otros y que no siempre los soliloquios de “Becker” sean los más acertados, pero el nivel medio está muy por encima de cualquier otro producto de aquellos años, incluso superior a Scrubs, la otra sit-com de médicos con la que debió rivalizar.
A diferencia de House que viene a ser algo así como un Sherlock Holmes hospitalario y cuya acidez procede de sus problemas de salud y de un carácter desencantado que se ha ido forjando con el paso del tiempo, pero que nada tiene que ver con los problemas del espectador medio, Becker, en cambio, nos dice en voz alta, en un tono iracundo e insolente, lo que usted o yo, muchas veces hemos pensado y, o bien no hemos tenido el valor de expresar o solamente lo hemos hecho ante nuestros íntimos. Sólo por eso, esta serie erecería verse-