FICHA

Titulo original: Sons of Anarchy.
Título en España: Hijos de la Anarquía
Temporadas: 7 (92 episodios)
Duración episodio: 45 minutos
Año: 2008-2014
Temática: moteros
Subgénero: drama
Resumen: Una banda de moteros que opera en Charming se enfrenta a otros grupos similares o a bandas mafiosas para proseguir con su negocio de tráfico de drogas y de armas.
Actores principales: Charlie Hunnam, Ron Perlman, Katey Sagal, Mark Boone Junior, Kim Coates, Tommy Flanagan, Mitch Pileggi, Maggie Siff, Theo Rossi, Ryan Hurs, William Lucking, Dayton Callie, Johnny Lewis, David Labrava, Taylor Sheridan, Ally Walker, Winter Ave Zoli, McNally Sagal, Titus Welliver, Adam Arkin
Lo mejor: la tensión constante que deja al espectador al borde del infarto.
Lo peor: Se extendió demasiado hasta llevar al argumento más allá de lo creíble.
¿Cómo verlo?: Actualmente en Netflix

Puntuación: 7,5

TRAILER DE LA PRIMERA TEMPORADA (EN INGLÉS)

TRAILER EN CASTELLANO

SINTONÍA DE LA SERIE

Lo mínimo que hay que saber sobre SONS OF ANARCHY

No era la primera vez que los moteros aparecían en la pequeña pantalla, pero si fue la ocasión en los que recibieron más atención (7 temporadas y 92 episodios). Los usuarios de motos Harley Davidson pudieron sentirse orgullosos por este protagonismo, a pesar de que, a fin de cuentas, no quedaran muy bien retratados y se les asociara a una banda de traficantes que actuaba en un pequeño pueblo del norte de California.

EL MITO DEL CORAZÓN DE LA HARLEY

La historia de las motos Harley Davidson ha sido agitada. Su éxito y su hegemonía en EEUU radican en haber sabido enlazar con el sentimiento específicamente norteamericano. La fortuna de la marca –como la revitalización de la economía norteamericana desde la crisis de 1929- vino gracias a los pedidos realizados por el ejército durante la Segunda Guerra nial. Al regresar, muchos ex combatientes compraron lotes de segunda mano del ejército y los modificaron a su gusto: las convirtieron en chopper (de alto manubrio, horquilla más larga, adelantada y angulada y eliminaron los guardabarros para aligerar el peso). La aparición de bandas que utilizaban estas motos (los Ángeles del Infierno) crearon un estereotipo negativo del usuario de estas motos. A finales de los 60, la marca estaba hundida y, para colmo, la compra de la marca por la American Machinery Foundry empeoró la calidad perdiendo el liderazgo en beneficio de las marcas japonesas. Fue solamente en los 80 cuando se recuperó introduciendo nuevos modelos, abaratando costes y lanzando una campaña publicitaria que presentaba a la Harley como producto típicamente americano y al usuario y a su máquina como unidos por un solo corazón. Comprar una Harley significó adquirir un “nuevo estilo de vida”. Sus motos están íntimamente vinculadas con el paisaje norteamericano: carreteras rectilíneas, amplias llanuras a las que los modelos japoneses no se adaptaban.

Pero lo que consolidó a la Harley en el mercado norteamericano fue el impulso dado a los “clubs de la Harley” que aparecieron a partir de 1983 y que solo en 1985 contaban en aquel país con 60.000 miembros. Hoy están sobre los 1.300.000 usuarios fidelizados y que nunca cambiarán de marca mientras puedan mantenerse sobre una moto.

La serie Sons of Anarchy trata sobre uno de estos “clubs de la Harley”, compuesto exclusivamente por una banda mafiosa local al estilo de los Ángeles del Infierno, solo que no ubicada en la extrema-derecha neo-nazi como fue habitual en este tipo de bandas en los años 60 y 70, sino por una especie muy habitual en los EEUU: el anarquista autóctono, un tipo celoso de su independencia y que reivindicaba el derecho a vivir como le diera la gana, aun situándose frecuentemente al otro lado de la ley.

LOS HIJOS DE LA ANARQUÍA

La crisis de 2007 puso en grave riesgo de desaparición a la marca Harley Davidson que optó por una fuga hacia adelante y abrir nuevos mercados en India o aumentar su producción para la exportación en Brasil (a donde se había deslocalizado una fábrica en 1998), mientras reducía “costos de producción” (esto es, personal), en EEUU. No fueron años buenos ni para EEUU ni para los usuarios de la Harley. Es en ese contexto de depresión económica y crisis moral en el que se sitúa la acción de Hijos de la Anarquía.

Lo que vamos a ver es la actividad de una banda de anti-héroes, dedicados a la delincuencia en sus distintas especialidades (pero con particular énfasis en el tráfico de drogas y de armas) que trata de sobrevivir en una América en crisis, luchando contra bandas rivales y contra las investigaciones policiales, en un pequeño pueblo situado al norte de California, Charming. El jefe de la banda es un tipo irrecuperable para la sociedad, ha vivido toda su vida a lomos de la Harley, buscándose la vida mediante actividades delictivas y a quien un simple negocio de mecánica y reparación de motos no bastaba para contener sus excesos adrenalínicos.

Claro está que, en tanto que protagonistas indiscutibles, los miembros de la banda (Sons of Anarchy es el nombre del club) justifican su presencia, actividades y existencia, afirmando que están “protegiendo” a su pueblo de las influencias de otras bandas foráneas y de delincuentes llegados de otros pueblos vecinos, siguiendo el lema de… «no voy a consentir que te roben otros, ya te robo yo y te protejo». Existe, por tanto, un nexo de colaboración entre la banda y el sheriff local el cual hace la vista gorda ante determinadas actividades a cambio de la tarea de contención. El icono del club que está grabado en sus cazadoras de cuero, nos muestra a la imagen de la muerte con una guadaña y un fusil de asalto M-16 en una mano y en la otra una bola con la “A” de anarquía.

Cada uno de los miembros del club tiene su personalidad propia, sus neurosis y su historia previa. De hecho, el éxito de la serie deriva de lo bien descritos que están cada uno de los personajes. Todos son delincuentes… pero unos más que otros. Los hay, simplemente, psicópatas, otros se dejan arrastrar por los que han sido desde siempre sus amigos, los nuevos que acaban de entrar en el club quieren imitar las andanzas y “gestas” de sus mayores. Incluso hay familias enteras que forman parte del club. Algunos, en cambio, son de otra pasta. Se cuestionan lo que están haciendo, no están muy seguros de que ese sea el camino para tener una familia y estabilizar sus vidas, se niegan a vivir a salto de mata y albergan deseos de dejar toda aquella dinámica cuanto antes. Tal es el caso del protagonista, “Jackson ‘Jax’ Teller que intenta independizarse de la influencia nefasta del jefe de la banda, “Clarence ‘Clay’ Morrow”, un individuo al que no le sobran muchos escrúpulos precisamente.

UNA SERIE DE EXTRAORINARIO INTERÉS Y TENSIÓN

Las tres primeras temporadas de esta serie pueden considerarse como magistrales. La tensión es continua, siempre muy bien resuelta, los personajes –hasta el último están perfectamente caracterizados y descritos y los actores que los encarnan los han asimilado hasta en sus menores detalles. En las temporadas siguientes, el público se ha habituado a todo esto, las sorpresas son menores y la tensión tiende a relajarse, o al menos, a hacerse menos digerible. Particularmente brillantes son las actuaciones de los dos personajes centrales: “Jax” es Charlie Hunnam, actor poco conocido de origen británico que no ha vuelto a aparecer por televisión después de concluir Sons of Anarchy. Recientemente, eso sí, lo vimos en La cumbre escarlata (2015) de Guillermo del Toro. Mucho más conocido es el jefe de la banda, “Clay”, interpretado por Ron Perlman, al que frecuentemente le han caído en suerte (a causa de su físico) papeles brutales y primitivos (lo vimos en en busca del fuego [1981], El nombre de la rosa [1986], Enemigo a las puertas [2001], en los Hellboy [2004 y 2008], Alien Resurrección [1997]. Es una de las primeras opciones siempre que en los castings de los últimos años se piensa en algún rostro de malo-brutal.

La serie tiene un remoto parecido con Los Soprano (1999-2007) e incluso con ciertos aspectos de The Wire, en el sentido de que los protagonistas son miembros de una familia de actitudes y actividades mafiosas. El espectador tiende a “entender” sus motivaciones y casi a solidarizarse con ellos. Son los antihéroes ideales que, para colmo, se justifican como baluarte y muro de contención ante los peligros que acechan a su comunidad. Hay en ello, también, algo de testimonio de lo inhóspito de determinadas zonas de los EEUU. Si en series como Me llamo Earl, tales zonas pueden aparecer como pobladas por una picaresca a lo Rinconete y Cortadillo, pero también por una dura delincuencia organizada y sin escrúpulos (como en el caso de The Wire, en donde, por cierto, también aparece la imagen del delincuente que quiere abandonar su ritmo de vida y pasar a este lado de la normalidad) que solamente puede ser derrotada mediante una policía igualmente sin escrúpulos (a lo “Vic Mackey”, protagonista de The Shield [2002-2008]). Series como estas nos sirven para entender el momento histórico de los EEUU y saber que no todo es sexo en Nueva York, corrección política o “pan, amor y fantasía”. Si usted quiere conocer este otro aspecto de los EEUU, debe de ver necesariamente esta serie.